“Me encanta dar clases, pero creo que algo no funciona del todo en mis clases de idiomas”
¿Te sientes identificado con esta frase?
Yo también pasé por eso una vez:
● Mis alumnos sacaban buenas notas, pero una vez hecho el examen se olvidaban del temario.
● Mantener un diálogo sin preparación con ellos era imposible. Aunque entendiesen la gramática y el vocabulario, no eran capaces de aplicarlos en una conversación fluida.
● Por más juegos, fichas y actividades que preparase para hacer clases más divertidas, no conseguía que retuvieran el idioma a largo plazo.
Al final, yo también me frustré y acabé pensando que no estaba hecha para ser profesora.
Hasta que me di cuenta de que el problema no estaba en mí, sino en el sistema que utilizaba.
Porque lo único que hacía era girar las páginas del libro y esforzarme para que memorizasen el vocabulario y las reglas gramaticales.
Pero no les estaba enseñando cómo utilizar de verdad el idioma. Por eso no conseguía que mis lecciones tuvieran un impacto duradero positivo.
Fue entonces cuando decidí que debía darle un giro a mis clases.